"Queridísima amiga, auténtica y querida amiga. Por fin solo, para
poder charlar con usted. Pensaba en usted, aunque éste no es el término
que debo emplear; en realidad seguía en su compañía. Me he apresurado a
meterme en la cama y desde la cama le escribo, con un codo sobre la
almohada, la cara sobre la mano y un bulto de carillas. ¿Cómo podríamos
llamar a esto que ocurre entre nosotros? ¿Felicidad o predestinación?
Ocurre que estamos juntos y nos comunicamos nuestras experiencias con
una jovialidad natural de criaturas que han vivido juntas años y años.
Ningún embarazo frente a nada. Ningún temor de lo que el otro puede
pensar de uno. Las cosas tienen sus nombres y por sus nombres las
llamamos, y no se da caso semejante de que la coincidencia de las
situaciones haya provocado la coincidencia de caracteres. No me canso de
pensar en mi buena suerte. Soy realmente un hombre afortunado.
Afortunado por haber encontrado a mi igual."
Roberto Arlt.
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